Repasemos los grandes hitos de 2022 para saber hacia dónde dirigirnos en 2023. Y es que Inditex dio el gran paso. Los clientes del gigante gallego ya pueden arreglar, vender e incluso donar prendas de otras temporadas de la marca a través del servicio “Zara Pre-Owned” que estará disponible en tiendas, web y app (al cierre de este artículo no encontramos todavía la opción en la app aunque se ha anunciado que llegará a España en 2023). Un salto hacia el mercado de la segunda mano, que en otros países lleva funcionando pero que en España se resistía a despegar. De hecho, Reino Unido ha sido el primero en verlo y con éxito.
Este tipo de acciones, que ya había lanzado H&M, suponen un avance más hacia la perseguida “Economía Circular” en el ámbito del retail y, en concreto, de la moda. Acciones en las que el mundo digital también puede contribuir.
Según el último informe sobre el sector textil de KPMG, en la actualidad, la moda es responsable del 10% de las emisiones de gases a nivel global, de la producción del 20% del agua residual y del 30% de los residuos plásticos en los océanos, situándo al secto en el segundo ámbito económico más contaminante.
Si hacemos caso a las previsiones, con el crecimiento de la población mundial, en 2030, se comprarán más de 500.000 millones de artículos de vestir. Otros datos hablan del uso de las prendas una media de quince veces y que se tiran a la basura 800.000 toneladas de ropa al año. Es el momento de actuar y considerar las opciones que tenemos en torno a este sector de impulso económico, no sólo por su contribución al PIB, sino por ser uno de los más observados a nivel mundial.
En esta línea, comenzaba el año con una de las grandes noticias del sector: la colaboración del gran textil español en torno a la gestión del residuo. Decathlon, H&M, Ikea, Inditex, Kiabi, Mango y Tendam anunciaban esta “colaboración entre rivales”, creando un Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP).
De esta forma, la asociación permitirá dar cumplimiento a la Responsabilidad Ampliada del Productor, surgida a partir del proceso de transposición e la Directiva 2008/98/CE sobre los residuos a la legislación española a través la nueva Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular.
Y es que la ley establece la recogida separada de los residuos textiles por parte de las entidades locales antes del 31 de diciembre de 2024. En el plazo de tres años desde la entrada en vigor de la nueva ley, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico desarrollará regímenes de responsabilidad ampliada del productor para los textiles, será obligatoria la gestión separada del flujo de residuos de textiles del resto de residuos municipales.
Es inevitable que ante este panorama la sostenibilidad no sea uno de las apuestas fuertes -y obligatorias- de los grandes distribuidores del retail. Y además, un elemento relevante entre los factores que generan valor tanto para el accionista como para la sociedad.
Y no nos quedamos sólo en la imposición legal, también podemos observar en el análisis social de Brandwatch, cómo el top 3 de las conversaciones del consumidor incluyen a grandes marcas de la distribución como son El Corte Inglés, Mango o Zara.
¿Pero a quién responsabilizar?
Los consumidores tenemos nuestra parte de culpa y esto es cosa de todos. Son muchos los estudios y encuestas en los que participamos hablando de sostenibilidad, de la importancia del compromiso de las marcas que compramos, de las buenas prácticas… Pero cuando llega el momento de la verdad: solicitamos nuestras prendas en formato online para dentro de unas horas. ¿Lo necesitábamos? Probablemente no, pues según los estudios, se tardan más de tres días en abrir los paquetes que tanta prisa corrían.
Sin duda, la responsabilidad de la transformación de este sector en continuo movimiento debe ser compartida entre consumidores, organizaciones e instituciones. Un sector que debe caminar hacia una cultura donde impere la cercanía y la sostenibilidad, pero también los modos de distribución, ya que con el aumento de la compra online no podemos permitir un aumento de la contaminación como consecuencia de los métodos de entrega.
El 65% de las empresas de la moda en España cobra en algunas ocasiones por el envío de un pedido online, mientras que otro 9% lo hace en todos los casos. Por el contrario, el 23% de las compañías de moda en España no traslada al cliente los costes logísticos, ni planea hacerlo, mientras que otro 3% no cobra, pero sí planea hacerlo en un futuro.
Peores son los ratios a la hora de cobrar por las devoluciones, a pesar de que, según datos del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (Ontsi), las prendas de vestir son el producto que más compradores online han devuelto al menos una vez. En la mayoría de los casos, esas devoluciones son gratuitas, según el barómetro de Modaes y Veepee de Empresas de moda en España 2022.
Las grandes marcas temen las pérdidas si cobran por el envío, devolución… Pero el ecommerce se ha forjado bajo la premisa de la usabilidad y el darle facilidades al cliente. Hoy, no tantos años después, lamentamos la falta de responsabilidad de los consumidores incluso observando la dificultad (y altos costes) para darle valor a la logística de las entregas y a la gestión de las devoluciones.
La producción sostenible
Ese camino debe poner rumbo hacia el consumo de prendas elaboradas con materiales ya utilizados o menos contaminantes. Es necesaria la tendencia hacia un consumo responsable que vele por los derechos humanos y por los recursos naturales.
Sin embargo, para que esto sea posible, el sector debe responder a una demanda social en alza sin olvidar ninguno de los eslabones de la cadena que compone la industria textil. Ahora bien, es imposible que la sociedad demande algo que no conoce. De ahí que la información y la comunicación en los procesos también sea clave. Así como las llamadas en los canales de venta digital.
El consumidor demanda marcas responsables con su entorno y, en respuesta, están surgiendo compañías que pueden presumir de ello. Siguiendo la estela de Ecoalf y su rotundo mensaje: “There is not Plannet B”, se encuentran Blue Banana, o con poco tiempo pero pisando fuerte, también de origen gallego “El Pulpo”.
La marca nacida en A Coruña, que se ha puesto como objetivo ser 100% sostenible en 2025, además de crear sus prendas en algodón orgánico, rodearse de una atmósfera vegetal e inspirada en la naturaleza, extiende su compromiso en acciones comprometidas con el respeto al medio ambiente.
En esta misma línea, Bimba & Lola anunciaba ya por 2016 su transformación sostenible, implantando en todas sus instalaciones en España (tiendas, almacenes y oficinas centrales) el consumo exclusivo de electricidad de origen 100% renovable.
Y por mencionar acciones de otra de nuestras marcas preferidas, en 2021 Pepe Jeans se adhirió a la iniciativa Better Cotton Initiative, incorporando así la mayor parte de su denim utilizando algodón de orígenes sostenibles, y la colección denim primavera-verano 2023 estará compuesta por un 85 % de algodón BCI.
Además, la marca del grupo AWWG emplea algodón reciclado, ya que en su producción se generan menos residuos textiles y se utilizan menos recursos que con el cultivo de algodón convencional u orgánico. Este algodón reciclado se produce con fibras residuales posconsumo y preconsumo.
Para lograr un equilibrio entre durabilidad y sostenibilidad, los forros de los bolsillos están confeccionados con una combinación de algodón y un 65 % de poliéster reciclado. Para las costuras utilizan hilos hechos con botellas de plástico 100 % recicladas, y la etiqueta posterior está hecha con piel de seta, consiguiendo así que sea 100 % biodegradable.
También los vaqueros de Pepe Jeans incorporan la etiqueta ‘wiser wash®’, que garantiza un uso responsable del agua durante el lavado y fabricación de la prenda.
La compra en tienda física es una pauta más de nuestra naturaleza social aunque el aumento del comercio electrónico seguirá imparable según continuemos acelerando la vida. ¿Acompañamos nuestro consumo con ese -ya imprescindible — toque de digitalización?